León, Guanajuato
a 26 de mayo del 2017.
Por Coco Bernal
Son tiempos difíciles para el periodismo en
México; vivimos uno de los episodios más oscuros en la historia de nuestro país
contra una de las libertades más elementales que es “La libertad de expresión”.
La censura del latín censor vivió su apogeo en
tiempos romanos para controlar el comportamiento moral y público; hoy en pleno
siglo XXI retoma su fuerza para control de las ideas y su difusión.
¿Hasta dónde se nos permite expresarnos hoy en día?,
¿Hasta dónde podemos hablar, cuestionar, difundir nuestras ideas como
periodistas?; la respuesta parece tenerla quienes ejercen el poder, quienes dictan
cómo debe ser la norma para “protegerse” contra la pluma o la voz de un comunicador.
El periodista hoy ha sido criminalizado por su
labor por decir lo que otros no quieren escuchar, es catalogado como “guerrillero”,
“agitador”, “chairo” y demás motes que evidencian el grado de violencia que se
vive en el ejercicio periodístico, aunque el punto toral es el asesinato de
periodistas en nuestro país, y es aquí donde nos detenemos para reflexionar que
el periodismo es una de las actividades más peligrosas que se viven hoy en México.
Ayer en Guanajuato el gremio periodístico se unió
para decir en el Congreso a los legisladores que no queríamos una ley de
protección a periodistas y defensores de los derechos humanos que más allá de
protegernos nos vulnera. Alzamos la voz y pedimos se regresará a las comisiones
para que se conforme de las verdaderas necesidades de quienes ejercemos el
periodismo.
La invisibilidad del gremio que había hecho tal
solicitud desde sus diferentes plumas y voces fue notoria por los congresistas
quienes atribuyeron al Procurador de los Derechos Humanos que gracias a su
solicitud se tomaba tal consideración; un claro ejemplo de violencia y del por
qué es tan necesario una ley de protección a periodistas y defensores de los
derechos humanos bien hecha.
La ley de protección a periodistas y defensores de
los derechos humanos en Guanajuato no debe ser una “ley líquida” basada en la
teoría del filósofo polaco Zygmunt Bauman sobre los “tiempos líquidos” donde
todo es efímero, todo se evapora, nada permanece; contrario a esto debe ser una
ley que permanezca y sobreviva a los avatares del tiempo, una “ley sólida para los tiempos líquidos” donde el periodista pueda realizar su labor con la seguridad
que implica ejercer su libre expresión.
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